"Un cuarto propio", de Virginia Woolf

Nuevo día, nueva reseña. Hoy les traigo mi opinión sobre 🏠 "Un cuarto propio", de Virginia Woolf, que leí en digital porque salió elegida como lectura conjunta en mi grupo. Aquí vamos...

Nos encontramos frente a una de las pioneras del feminismo, una mujer que siempre luchó por sus derechos. Este libro, en su época, estuvo dirigido exclusivamente a universitarias aspirantes a ser escritoras: en aquel entonces, la educación de la mujer no era primordial y esto se nota en el modo en que habla de los pocos fondos que se recaudaron para la universidad femenina y de lo imposible de proveerles a las jóvenes cuartos propios donde pudieran escribir sin interrupciones. De ahí, el título del ensayo.

Virginia dijo que para que una mujer pudiera escribir necesitaba una habitación propia e independencia monetaria. No le extrañaba que las mujeres hubieran escrito tan poco y que, por ende, la literatura hubiera estado dominada por el género masculino, ya que hasta poco tiempo antes se les negaba inclusive la educación y sólo se las preparaba para la vida conyugal. Realiza, como ejemplo, un estudio hipotético en que imagina que William Shakespeare hubiera tenido una hermana: una mujer con el mismo talento pero que no pudiera explotarlo por no haber tenido derecho a estudiar, ni tan siquiera a leer. El razonamiento no puede ser más acertado: las mujeres que lograron publicar, lo hicieron bajo un seudónimo, como ella misma en algún momento de su carrera literaria.

El libro está dividido en seis capítulos. En el primero, la autora señala las diferencias fundamentales entre hombres y mujeres en lo correspondiente a la educación, poniendo como ejemplo que ella misma no podía ingresar a la biblioteca de su universidad si no estaba acompañada por un profesor o contaba con una carta de autorización de uno de ellos. En lo concerniente a la alimentación, mientras los hombres cenaban carne, ensaladas, papas y vino, ellas debían conformarse con una sencilla sopa, carne barata y agua. Finaliza diciendo que el principal problema es la pobreza de las mujeres, ya que todo el dinero que obtenían era dado a los hombres, que invertían en ellos y nunca en sus esposas o en las mujeres en general.

En el segundo, concluye que en todo el mundo hay hombres opinando sobre mujeres, sobre diferentes tópicos. Narra que en su visita al Museo Británico ve gran cantidad de libros sobre mujeres escritos por estos, que no tienen idea e incluso son frívolos, burlones, proféticos o amonestadores.

En el tercero, nos cuenta las condiciones en que vivían las mujeres en Inglaterra y en el problema que ve en el hecho de que ninguna mujer escribiera una palabra en esa época. Aunque la literatura es tratada como una diosa (en términos femeninos), a la mujer la encerraban con llave y la maltrataban. Aquí expone el hipotético caso de la hermana de Shakespeare, concluyendo que muchos de los poemas anónimos de ese tiempo sin duda eran hechos por mujeres reprimidas.

En el cuarto capítulo, hace un recorrido por obras de algunas escritoras y resalta la creatividad que tenían a finales del siglo XVII, cuando ya podían hacer dinero mediante la escritura. La mujer de clase media comenzaba a escribir y la literatura femenina tomó otro rumbo, dejando de concentrarse en la aristocracia encerrada en su casa de campo o en el adulterio. De cualquier manera, critica la literatura radical femenina, porque considera que no saca lo mejor de la autora sino su rabia y frustración.

Durante el quinto capítulo observa que se encuentra todo tipo de libros escritos por mujeres, que no predominan únicamente las novelas.

En el último capítulo, muestra sus conclusiones, considerando que “el estado normal y placentero es cuando están en armonía los dos (hombres y mujeres) colaborando espiritualmente” y se refiere a la importancia de dejarse influir, cada género, por su parte del contrario.

Este libro, tan pequeño, no ha perdido modernidad. No sólo aborda el papel de la mujer en la literatura, sino la labor de esta en general; cómo siempre hemos sido mal vistas y malinterpretadas y cómo no se nos ha tomado en cuenta como seres humanos capaces en pleno uso de nuestras facultades. Virginia fue una luchadora, consciente dentro de su locura de lo denigrado que estaba nuestro papel en la sociedad en la que se desarrolló. Concluye que, en definitiva, las mujeres han hecho pocas cosas, pero porque no contaban con los medios necesarios; esperaba que en cien años dejáramos de ser consideradas el sexo débil. Faltando pocos años para que se cumpla el lapso de tiempo, los problemas pueden ser otros, pero seguimos en desventaja. Las cosas están cambiando, afortunadamente, gracias a personas como Woolf, y hay muchas mujeres que disponen de un cuarto propio y de energía para seguir escribiendo. ¿Lo leyeron? ¿Qué opinan? 🧐

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