"Las malas", de Camila Sosa Villada

 "Las malas", de Camila Sosa Villada 💅

5/5 🌟

Escritora y actriz de cine, teatro y televisión, Camila Sosa Villada se consagró con esta, su novela sobre una comunidad discriminada, ridiculizada, asesinada pero deseada en secreto: el mundo de las identidades trans.

Nacida en La Falda, pasó su adolescencia en Mina Clavero, un pueblo de cinco mil habitantes rodeado de montañas, donde aprendió a leer con su papá y a escribir con su mamá. El primer libro que recuerda haber leído a los seis años fue la biblia para niños y a los once, “La casa de los espíritus”; de Isabel Allende; luego comenzó a escribir. Dice que su primer acto oficial de travestismo fue escribir, tal como nos cuenta Juan Forn en el prólogo de “Las malas”. El segundo acto, salir a la calle vestida de mujer.

Camila abre las puertas a un mundo donde lo humano y lo clandestino tienden puentes entre sí, volviendo a juntar en su relato a las amigas travestis que nunca más vio: sus historias, sus dolores y sus goces.

La prosa es cruda, directa, pero exquisita, profunda y poética

, poniendo de manifiesto el desamor y la falta de cariño y contención familiar y el entorno de una sociedad hipócrita que estigmatiza a las disidencias. Las descripciones del parque, el lugar que su grupo de amigas frecuenta, es un mundo salvaje a la vista de todos y que pasa desapercibido a los que viven fuera del círculo de lo clandestino y lo nocturno. Allí donde las travestis se mueven, también se esconden, minimizadas, excluidas, dejadas de lado, invisibilizadas.

Cuando pasaba las noches en la zona roja del Parque Sarmiento escribía en un blog, “La novia de Sandro” (que es hoy su usuario de Twitter y que sería en 2015 el título de su primer libro de poemas); cuando empezó a ser reconocida como actriz, lo borró, pero un seguidor lo había copiado y tiempo después se lo envió por correo electrónico: de allí surgiría “Las malas”, donde relata las noches en ese lugar al que llegó para espiar a las travestis y donde terminó encontrando su lugar de pertenencia. 

Su pasado, su presente y su futuro se entretejen y forjan en este relato de crecimiento dentro de esa extraña familia, ese grupo liderado por la Tía Encarna (“Inmediatamente noté que todas estaban a sus pies y que, en caso de peligro, ella era quien se ponía delante de los golpes. Me arrebujé bajo su ala, bajo sus plumas iridiscentes. Aquella pájara multicolor nos protegía de la muerte”).

Camila nos cuenta las cosas que debió hacer y enfrentar para sobrevivir: cómo entrenó su intuición, que le permitió escapar más de una vez de situaciones problemáticas y potencialmente peligrosas; la idea de que, para sobrevivir, debía despertar deseo en el cuerpo del otro, mientras el mismo que la deseaba era el que le robaba el dinero que había pagado o todo el que había conseguido trabajando, o el que le pegaba o la desconocía al cruzarla en la calle, escondiéndose en su vergüenza hipócrita. La miseria y la violencia que se ven obligadas a enfrentar cada día en la calle contrasta por completo con el amor y la humanidad que las inunda cuando se hallan en “la casa de Tía Encarna”, en su hogar, devolviendo cierta esperanza hacia la bondad que debería hallarse en todo ser humano.

Sosa Villada cuenta en una entrevista que concibe la escritura como acto revolucionario, como “la posibilidad de transformar la vergüenza, el miedo, la intolerancia, el desprecio y la incomprensión en alta prosa”. Estamos ante un libro que combina novela y crónica, poesía y realidad, comedia y tragedia, grandezas y miseria; un texto con una fuerza que impresiona, abriendo una brecha que revela una realidad horrenda y maravillosa a un tiempo a través, ni más ni menos, de una testigo de primera mano: tras que pocas mujeres trans sobreviven a una vida marginal, inmersa a veces en la prostitución, son aún menos las que consiguen hacer público y visible su relato. He ahí la importancia de la historia de Camila: descubre una serie de reflexiones que no deben dejarnos indiferentes, que conmueven y remueven. Una novela de esas que entran en el cuerpo para quedarse.

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