"Las aventuras de la China Iron", de Gabriela Cabezón Cámara
Gran recomendación en su momento para pasar la cuarentena, que sigue siendo válida: "Las aventuras de la China Iron", de Gabriela Cabezón Cámara🏜️
OPINIÓN PERSONAL: 4.5/5 ⭐
Una “road novel” (“novela de carretera”, término acuñado a mediados de 1950 por el escritor norteamericano Jack Kerouac) argentina que transcurre a fines del siglo XIX: el relato de un viaje iniciático que combina las aventuras del viajero con su propio aprendizaje progresivo durante el camino que recorre.
Narra el viaje y las peripecias de “la China Iron” y su perro Estreya junto a la inglesa Elizabeth y el gaucho Rosario, de la “civilización” a la “barbarie”. El texto se divide en tres partes cuyos títulos señalan las etapas topográficas del viaje. En “el desierto”, la China Iron, de tan sólo catorce años, abandonada por Martín Fierro (que fue llevado por la ley de levas), deja a sus dos hijos al cuidado de una pareja de ancianos e inicia su travesía en carreta con Elizabeth, una inglesa culta, colorada y hermosa, que llegó al país buscando a su marido y las tierras que éste adquirió. Ambas mujeres comenzarán una travesía por la pampa que será iniciática para la protagonista: se alfabetizará, aprenderá un poco de inglés, leerá clásicos de la época y experimentará la ceremonia del té, el whisky, el sexo deseado y el goce.
En la segunda parte, “el fortín”, se narra la llegada del contingente a la estancia de don José Hernández, un sitio disparatado donde el coronel (decadente, alcohólico, que piensa que a las mujeres “hay que darles rebenque hasta que se den cuenta de que quieren ser mandadas” y dice haber “copiado” los cantos al propio gaucho Martín Fierro) ordena, entre otras cosas, hacer flexiones y recitar versos a un centenar de jóvenes “hermanos gauchos”; allí, la China volverá a tener noticias de Fierro. Este lugar es el que señala el límite entre la civilización y la barbarie.
Finalmente, “tierra adentro”, la curiosa caravana llega a las tierra de Kaukalitrán, un lugar regido por un orden casi maravilloso donde la China se reencontrará finalmente con Fierro, con otro, sustancialmente distinto al que conoció.
Dentro de la intertextualidad, cabe mencionar al poema de José Hernández, donde “la china” no tiene nombre: aquí se llama China (con mayúscula), Josephine Star Iron o Tararira, nombre que se da a sí misma cuando decide cambiar radicalmente de vida. Incluso, por momentos, se vestirá de varón inglés, menos por protección (lo que supone la presencia masculina) que por la asunción de una nueva identidad genérica.
La narrativa de la autora cuenta con un vocabulario muy enriquecido que le permite describir todo con absoluto detalle. Parodias de la literatura y de la historia argentina, con recursos de humor, el grotesco y la ironía, con inversiones y travestismos, resultan en una utopía del origen de la nación, narrada con imágenes poéticas, explícitas, con una voz en primera persona que avanza, desea, conquista, domina, conoce.
Aunque crean que lxs llené de spoilers, déjenme tranquilizarlxs: ni en sueños podría llegar al nivel narrativo de esta autora. Corran a sumergirse en la historia de la China y después me cuentan.
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